lunes, 30 de marzo de 2009

León, ¿un claro en un bosque de absurdos?

Diario de Leon - 30/03/2009
TRIBUNA | josé luis gavilanes laso

PUESTOS a apuntar engarces entre León y los leoneses y el escritor portugués Miguel Torga autor del encabezamiento y recientemente homenajeado en esta ciudad, y antes de que tuviésemos noticia de su visita a León en 1951, la catedrática de Lengua y Literatura Portuguesa, que lo fue de las Universidades de Salamanca y Santiago, Pilar Vázquez Cuesta, había ofrecido en 1949 a la revista leonesa Espadaña una pequeña muestra de poemas torguianos en versión castellana. Mucho más reciente, Luis Mateo Díez, a la pregunta: «¿Encuentras alguna afinidad entre tu obra y la de Miguel Torga?, respondía: «Nada me gustaría más que la hubiese. Soy un gran admirador de Torga. Todavía más del narrador, y más aún del Torga de los cuentos que el Torga de los diarios. Es un escritor excelente». El viajero-narrador del libro Trás-os-montes, un viaje portugués, de Julio Llamazares, llega a S£o Martinho de Anta, aldea natal de Torga perdida en la abrupta región portuguesa, y busca su tumba en el cementerio para rendirle tributo con sus versos. Y Antonio Colinas, en un bello y penetrante estudio de la poesía de Torga, afirma: «La obra de Miguel Torga, y en concreto su poesía, está traspasado de lúcida universalidad, pero nada sería ésta sin sus raíces, que son las de su tierra de origen».

Miguel Torga es el seudónimo literario del médico Adolfo Correia da Rocha (1907-1994), escritor propuesto varias veces para el Premio Nobel de Literatura, al que sólo Saramago ha conseguido poner ese galardón dentro de las letras portuguesas. Al cambiar su nombre de pila que coincidía con el de un político detestable por el de Miguel, quiso Torga ensamblarse a una cadena hispana de Migueles heterodoxos y rebeldes: Miguel de Cervantes y Miguel de Unamuno (sin olvidar a Miguel de Molinos y Miguel Servet), ya que las connotaciones de este antropónimo en portugués son precisamente las contrarias, pues el «miguelismo» del siglo XIX equivale a nuestro carlismo. Con el apellido Torga («brezo», «urce»), Correia da Rocha quiso rendir homenaje al carácter agreste, indomable y granítico de la tierra natal y de su propia personalidad. Aunque fuertemente apegado al terruño, en Torga trasciende el tema hispano hasta convertirse en obsesión. No sólo por los Poemas Ibéricos, o por la crónica de la España de Franco de fines de 1937 y comienzos del 38 que encontramos en O Quarto Dia da Criaç£o do Mundo (y que le valieron un tiempo de prisión), sino también por los doce volúmenes del Diário, en los que hay innumerables reflexiones motivadas por lecturas o viajes por España. «Mi patria cívica dice en el prólogo de la primera traducción al español de uno de sus libros de cuentos más sobresalientes, Bichos acaba en Barca de Alva pero mi patria telúrica sólo termina en los Pirineos. Hay en mi pecho angustias que necesitan de la aridez de Castilla, de la tenacidad vasca, de los perfumes de Levante y de la luna de Andalucía. Soy por la gracia de la vida peninsular». Y, en septiembre de 1950, al volver a cruzar España, tras doce años sin pasaporte: «Es preciso reconocer que, pasados los Pirineos, el aire es más leve, la tierra más fecunda, el paisaje más dulce. Pero yo prefiero la pesadilla, la pobreza y la agresividad del otro lado». Y dentro de la península, es muy profunda la atracción que sobre Miguel Torga ejerce Castilla, una Castilla raras veces sentida en Torga como sinécdoque de España, a la vez entrañable y temida, intolerable y envolvente. Por ello a Torga no molestaba que le considerasen «leonés al otro lado de la raya». Su iberismo era un sueño platónico de armonía peninsular de naciones. Todos hermanos e independientes, comulgando fraternalmente en un más amplio espacio de espiritualidad. La posición irreductible y lícita de portugués intelectual independiente coincide con la de su compatriota el escritor-pintor Almada Negreiros: «Civilización ibérica, sí, siempre. Unión ibérica, no, nunca». Esa posición de afecto, pero también de alejamiento, le daba a Torga perspectiva necesaria para emitir juicios como el que le inspira la urbe leonesa el 9 de septiembre de 1951: «Igual que un Pilatos urbano que se lava las manos tanto de la inquietud asturiana como de la intolerancia castellana, León es la ciudad que inspira más esperanza. Abierta y actual, risueña, todo en ella es esfuerzo connivente, tolerancia y gusto progresivo. Si hay algo que nos angustie en este país, es precisamente comprobar que en él, de una punta a otra, no se hace un intento de renovación que no sea con métodos catastróficos(...). Cada español, en el fondo, es un Ignacio de Loyola que se busca a sí mismo, un agonizante que busca confesor, un desesperado que monologa. En cambio, León me ha parecido un claro de lógica en un espeso bosque de absurdos. Avenidas amplias, casas limpias, gente acogedora. Incluso la Catedral, airosa, con esas bonitas vidrieras que parecen iluminarle el alma, me han producido una impresión de optimismo. En vez de una maciza fortaleza de fe, me ha recordado una gran antorcha de Diógenes, construida por alguien que quiere buscar en la belleza serena el camino de lo trascendente».

En la tétrica visión de la España de los cincuenta, aún lamiéndose las heridas después de una gran catástrofe, sólo parece salvarse para Torga una ciudad como León, que había dado con su ensanche urbano, producto del auge minero, el salto hacia la modernidad más importante entre todas las ciudades españolas. No creo que el recorrido hogaño por España, si Torga hubiese pervivido, le hubiese dado pie para la misma opinión de antaño. Aunque en esta capital siguen impertérritos los monumentos atrayendo huéspedes y generando afectos, al claro del tupido bosque de absurdos de los cincuenta le han salido muchas zarzas y ortigas. Y aquella esperanza que le inspiró León entre todas las ciudades españolas, se habría marchitado, como las flores del campo a la llegada del viento solano. El tiempo de bonanza no pasa en balde, y tampoco el de maleza. Pues, como dijo otro gran vate lusitano, Luís de Camµes, «Mudan los tiempos y mudan las voluntades y todo en el mundo está cubierto de mudanza».

http://www.diariodeleon.es/noticias/noticia.asp?pkid=444420

2 comentarios:

CANXECO dijo...

amurrinare, y todo esto lo has conseguido en 1 día. noticias noticias y noticias de agravio constante al pais leones, día tras día. lo que más me duele es la indolencia del cazurrin que luego dice que es leones ¡y un huevo eres un pasota sin identidad ni principios !

amurrinare dijo...

Si canxeco, por desgracia hay dias que las malas noticias para Leon vienen a puñaos. Toda la razon tienes en que los loneses son muy pasotas. Si les hablas de lo mal que va Leon te dicen que como en todas partes! lo que pasa es que no quieren mover un dedo, que se esta mejor viendo la tele en casa sin tener que enterarse de la dura realidad. Y es que en una cosa tienen razon, se vive mas tranquilo sin saber lo que pasa o mejor dicho sin querer enterarse, porque la realidad de Leon duele mucho. Pero a los que nos duele sabemos que no podemos quedarnos de brazos cruzados. La lucha no ha hecho mas que empezar!