La opinion del lector - JOSÉ-MAGÍN GONZÁLEZ GULLÓN
El protagonismo y la historia del Reino de León se ha ido desvaneciendo con el paso del tiempo, en parte por la pasividad y conformismo de los propios leoneses
NOS DISPONEMOS a conmemorar la Historia protagonizada por el Reino de León hace mil cien años. Un protagonismo y una historia que con el paso del tiempo se ha ido desvaneciendo, en parte por la pasividad y conformismo de los propios leoneses y en los últimos años porque se nos ha ido hurtando de manera vergonzosa por decisiones exclusivamente políticas más interesadas en las conveniencias partidistas del momento que en la defensa rigurosa de la Historia de España. Hoy es el día, mil cien años después, en que la simple mención del Reino de León ha sido borrada de los libros de texto o, lo que es aún más insultante, se publican sobre el mismo errores o falsedades con el visto bueno de los organismos oficiales, dando la razón a quienes se empeñan en escribir la Historia de España a su antojo o conveniencia.
En la actualidad, León es una de las provincias españolas que con mayor rapidez avanza hacia el envejecimiento de su población, por lo que nadie puede imponerle episodios que se mantienen vivos en la memoria histórica y escolar de sus habitantes. Y así nos resulta de fácil recuerdo el mapa geográfico que en los libros de texto nos enseñaba que el Reino de León llegó a extenderse por la mitad de la Península Ibérica, incluído un tercio de Portugal. O la división por regiones donde el Reino de León lo integraban las provincias de León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia. Y que más tarde, por el mismo ordeno y mando del interés político, quedaba reducida esa relación a León. Zamora y Salamanca. Hasta dar en la asfixiante configuración autonómica actual, donde el dedo político dictó a su antojo autonomías uniprovinciales, privándole a León, no sólo de ese privilegio, que comparativamente no se sostiene, sino que con promesas y mentiras cien veces denunciadas, la incluyó en Castilla, con capital en Valladolid. Capitalidad, Gobierno, Cortes, Consejerías, etc. que juraron dividir equitativamente con León y que fue otra de las falsedades con las que se nos volvió a hurtar parte de nuestra historia e identidad. El ministro que configuró el mapa autonómico confesó años después, acosado por históricas y lógicas razones con las que se le oponían relevantes personajes leoneses, entre ellos un premio «Príncipe de Asturias», que posiblemente con León no estuvieran acertados, reconociendo que de humanos es el error. Y el de corregirlos algún día, suponemos. Como comisario de los actos conmemorativos a los que nos referimos ha sido nombrado Juan Pedro Aparicio. Su nombre ya estuvo felizmente ligado a otro de los episodios leoneses de nuestra reciente historia que nunca fueron revelados. Ocurrió en la primavera del año 1994 con ocasión de la visita a León de los Reyes de España. Más de un centenar de leoneses de las más dispares y diversas tendencias, ideologías y profesiones, representantes de todos los sectores sociales coincidían, por primera vez en la historia, en expresar su sentimiento leonesista, su tristeza y su inquietud, desde su lealtad, por el evidente peligro de desaparición que corría la identidad histórica leonesa. De la redacción del manifiesto que se dirigía a Sus Majestades, se encargó Juan Pedro Aparicio, que realizó un prodigioso trabajo literario, destacando los más sobresalientes rasgos de un viejo Reino que tanto enriqueció el patrimonio histórico español y que se veía condenado a la desaparición paulatina de su identidad regional. En aquella relación de firmantes del manifiesto sólo figuraban dos políticos, el alcalde de León, Juan Morano y el presidente de la diputación provincial, Agustín Turiel. De recoger el más del centenar de firmas de adhesión me encargué yo mismo, ni uno sólo se negó, así como de consultar con la Casa Real nuestro propósito, apoyado en todo momento por el alcalde. La Zarzuela dio su conformidad.
La noticia llegó hasta la presidencia del gobierno autonómico en Valladolid y fue el presidente de la Junta quien personalmente inició cuantas gestiones fueron precisas para impedir su realización. Desconozco, naturalmente, hasta dónde y hasta quién llegó su ruego encarecido y su temor a que la Casa Real incluyera en el programa de su visita a León una audiencia en la que una representación de los firmantes le haría oficial y públicamente la entrega del manifiesto. Lo cierto es que tres días antes de la llegada de los Reyes, una llamada telefónica de la jefa de prensa del Palacio de la Zarzuela, Asunción Valdés, colega y amiga, nos comunicaba que había surgido un imprevisto y lo apretado del horario programado impedía la celebración de la audiencia. La Casa Real acusaba recibo, se daba por enterada, y el episodio por concluido.
Decíamos al principio que la propia clase política leonesa, por conformismo, indecisión e incluso papanatismo, también era culpable de algunas de las afrentas políticas padecidas. Sin ir más lejos, estos días pasados, en la solemne inauguración de los actos conmemorativos del Reino de León, resultó llamativa la ausencia de la bandera de León, junto a la de España y la autonómica. Los mismos que por ello se indignaron resulta que desfilan en corporación luciendo sobre su pecho unas bandas con los colores de la bandera española, cuando su representación y autoridad se limita a nuestra ciudad y, por tanto, debieran ser los primeros en dar ejemplo luciendo con orgullo el color de nuestra bandera con su escudo.
De igual manera, y aunque casi nadie lo sepa, existe un cutre monumento a los Reyes de León en la glorieta de Guzmán, allí donde se unen el puente y los jardines de la Condesa. Al menos así lo intenta decir una modesta placa escondida entre la vegetación. Algo indigno de su pretensión y cuyo abandono de años sólo sirve para aliviar las urgencias de perros y jubilados. Puede ser el momento de dignificar un lugar tan céntrico y tan concurrido a todas horas para, desde allí mismo, pregonar a leoneses y visitantes la realidad histórica que hasta los libros de texto ignoran. Bastaría con un monumental panel en el que figurara el mapa de la Península Ibérica, coloreada y nominada la mitad que llegó a ocupar el Reino de León hace mil cien años, añadiendo los nombres de los veinte reyes leoneses. Sería el mejor recuerdo y la permanente lección que unos y otros se niegan a impartir. Leoneses hay dispuestos a costearlo si la Junta se negara a ello. Aunque mejor sería una suscripción popular para que miles de leoneses anónimos avalaran de esa manera un nuevo manifiesto en defensa de nuestra identidad y de nuestra historia.
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